jueves, 26 de agosto de 2010

balcones de cartagena

llegúe a la ciudad una tarde, repleta de emoción por lo desconocido. un nuevo camino por recorrer donde todo parecía mágico.
dejé mi bolso y me dirigí a la cocina por agua para "el mate". casi distraída entré y ahí estaba él, preparando su cena.
mi no acción fue instantánea: me detuve sorprendida con la mirada fija sobre su rostro.
él sonrió amablemente y pronunció un tímido saludo que apenas pude comprender. no era de ahí, ni yo tampoco.
comencé a moverme nuevamente dibujando en mi boca una sonrisa tan espontánea y grande que sentí como el calor me invadía el cuerpo.
lo observé de reojo, como quien no quiere ser descubierto en tal situación y le pedí como pude que me convidara fuego para encender la hornalla.
eternos y a la vez escasos minutos después, me alejé con lo que había ido a buscar, y algo más.
pasaron dos días completos, él en su mundo y yo en el mío. pero entre medio cruzamos miradas, sonrisas y algunas pocas palabras. segundos donde parecíamos acercarnos y a mí se me escapaba un suspiro al verlo ir. pero solo eso. no había un plan, no esperaba nada.

todos ya dormían y era la última noche antes de volver a la vida rutinaria. mi deseo era quedarme en esa realidad sin volver, con el tiempo detenido ahí, en ese lugar, en ese instante.
me acerqué a la recepción del lugar muy tranquila, intentando conseguir una cerveza, y volví a cruzarme con él.
estaba a mi lado. volvimos a sonreir, a saludarnos. en otro idioma que no era suyo, ni era mío.
confirmé que nuestros mundos eran muy distintos, pero quizá descubrimos, por este rato, el puente perfecto para encontrarnos.
distraje mi atención con el encargado de venderme la bebida y luego de algunas risas y frases, conseguí que me diera mi deseada "pilsen". la última quizá del viaje. me pidió el nombre para cargarla a mi cuenta y lo dije: Flor.
tome mi botella y con un "hasta luego" me alejé hasta encontrar una mesedora blanca al costado de la pileta bordeada por palmeras.

en medio de ese escenario pronunciaron mi nombre. me volví hacia el lugar de donde provenía la voz. era él: me invitaba a compartir la noche en el bar con el resto de sus amigos y ahí fui.
llegamos al primer piso y nos instalamos en una esquina del balcón. la vista era perfecta: una calle antigua con casitas de colores, corría una brisa muy suave que aliviaba el calor de la noche y un cielo lleno de nubes que destellaban sin cesar. su cabello oscuro, su piel del color perfecto y la forma de su rostro tan masculinamente angulosa.

hablamos de lo vivido, las costumbres, lo que hacemos. hablamos de nuestros mundos. los compartimos hasta quedar solos en ese balcón. él me contó historias de sus viajes y le mostré algunas fotos del mío.
estábamos tan cerca que pude observar sus ojos color miel casi delineados por pestañas negras. volví a soltar un suspiro, casi sin darme cuenta. me miró fijo, sonrió y sin dudar me besó.
era imposible negarse, tenía eliminado el "no" en mi diccionario...